Powered By Blogger

jueves, 31 de octubre de 2013

Condenados al olvido

Hace cosa de un año, tiempo arriba o abajo, cuando entraba en la cuidad le veía pedir en un semáforo. Era un hombre de unos cincuenta y tantos, bajo y gordito que se acercaba a mi ventanilla con una sonrisa; a veces por los gestos de la gente, por su forma de desplazarse, su forma de mirarte, sabes ante quién estás. Yo buscaba algunas monedas que siempre llevo sueltas junto a la palanca de cambios y se las ofrecía.

-Buenos días señora, ¿necesitas pañuelos?
(Se arma un buen tinglado con el usted y el tú, a mi ver muy gracioso).
A veces en ese momento no llevaba, pero le decía que sí.
-Muchas gracias por la ayuda señora, se ve que es usted muy buena. Que tengas un buen día.

Y se quedaba allí, afrontando con una sonrisa otras ventanillas, negaciones de saludo, de ayuda, aguantando algunas broncas, soportando el sol abrasador, o el orbayo, el granizo o el frío de congelador, lo que tuviera a bien presentarse en el día.

Estos últimos días, cuando entro a la ciudad, a veces no le veo, otras veces le encuentro demacrado, triste, venido a menos, mucho más delgado y lo que más me duele, vencido. La gente ha dejado de responderle al saludo, hace que no le ve, gira la cabeza enfurruñada cuando él saluda con amabilidad y si acaso responden con palabras hirientes, o gestos toscos, que le hacen bajar la cabeza y rumiarlas para sus adentros; asiste al balance con más recriminaciones que ayuda. Y eso me duele. Me duele que hayamos dejado de ser un pueblo amable para ser un pueblo ciego. Que no ve las necesidades de otros, de tan enfrascado que anda en las propias.

-Buenos días señora, ¿necesitas pañuelos?
-No se preocupe, ya llevo.
-Gracias, muchas gracias señora. La gente ya no ayuda. No se gana para comer.
-Todos andamos mal y se diría que esto va a peor. Se pierden trabajos por todas partes. La gente está sin dinero.
-Lo sé. Eso se ve desde aquí.
Abre el semáforo y sigo mi ruta, y aunque este hombre hubiese tenido tiempo no se quejaría, no hubiese dicho que ser educado es gratuito y a mucha gente no es educada no porque estemos en crisis, porque la crisis no alcanza a todos; si no porque carece de educación según la escala de posibles de quien tenga enfrente. (Si a algunos les saludan vestidos con un buen traje de Armani y una cuenta en Suiza, incluso se bajan los pantalones sin problema. Se dejan incluso perder el trabajo sin una sola protesta).

A veces cuando voy a la ciudad ya no le veo, porque los que andan puestos al día saben que ahora multan a quienes piden en la calle. Es lo que algunos le gritan a modo de saludo, para que se vaya a casa y deje de molestar. A mí me gustaba encontrarlo en el semáforo e intercambiar una mínima charla, porque quien vive a pie de calle tiene la medida exacta de la situación. No molesta a nadie. No quita ventas en los comercios. Y tiene derecho a buscarse un medio de subsistencia cuando se le niegan otros. Vamos, lo tengo muy claro, esa es mi opinión.

Como somos muy adelantados, la capital regional ha comenzado a multar a los mendigos con multas que van de los 200 a los 750 euros. Se les echa de las calles como si fuesen apestados. Porque las calles ahora son de otros. Me parece tan aberrante que voy a intentar lo imposible, entrevistarme con el director de un periódico local, de escasa tirada que da colaboraciones al pueblo, a gente como tú o yo, para que ponga allí sus poemas, reflexiones, artículos, desconozco si pagan; pero este tema quiero trabajarlo, pulirlo y enviarlo.

Me quema por dentro. Me enerva la sangre. Me paraliza el corazón. Pagan justos por pecadores.

Y tengamos en cuenta que si un día de estos, usted que lee o yo, perdemos nuestro trabajo -porque todo esto va de mal en peor- no tendremos abierta ni tan siquiera esta opción, salir a la calle con una sonrisa y buena educación, y mostrarnos tal como somos a la gente que pasa, para sufrir la inclemencia de lo que tenga a bien darnos o negarnos. Para someternos a la indigencia con toda su crudeza, como única tabla de salvación.

Si, ahora me dirán que están los comedores sociales, los albergues y toda esa solución de lugares que tengan a bien contarme. Pero yo hablo de independencia. De piso alquilado y familia que subsiste con sus propios recursos aunque casi no lleguen. Yo les estoy hablando de dignidad. La que da salir adelante tal y como se puede sin depender de nadie, solo de esa mano tendida que a veces da más o a veces menos, pero que aún le quedan algunas monedas para colaborar. Y colabora con una sonrisa. Hasta eso ya quieren negarnos.

A ver cuando comienza a multarse a los ladrones de toda calaña. Y se les multa de veras, y se les insulta, y se les agravia y se les persigue y humilla de forma constante. A ver cuando se les trata como algunos tratan a los mendigos. A ver si este mundo, a veces tan repulsivo, comienza a cambiar.

Intento no aparecerme mucho por aquí y escribir "en mi eterna obra", pero a veces mientras la escribo, corrijo y pulo, dentro de este marco de noticias, les juro que mi sueño se me antoja absurdo. Escribir en historias idílicas en cierta forma, contiene muy poco o nada de realidad. Por eso vuelvo a asomarme para dejar mis reflexiones buenas o malas, pero que son propias, para compartirlas con quien quiera leer.

Les dejo con un poema de Toro Salvaje, espero que con su permiso, que ilustra todo lo dicho.

Presten mucha atención

4 comentarios:

  1. Si, multar a los mendigos, a los pobres, a los que duermen en las calles....

    A eso hemos llegado.

    Y los ricos más ricos cada día.

    Espero que al menos esto sirva para que un día llegue la revolución.

    Me encanta ver mi poema en tu blog.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Los mendigo infunden miedo a los que nos gobiernan. No hay nada peor para un enfermo de avaricia que el ver a quién no tiene NADA.

    Porque esa imagen en negativo que les devuelve el espejo, les da su propia talla humana, y les recuerda los que son sin sus trajes de lujo, sin sus coches tremendamente caros, sin sus techos de diseño.

    Sin todo eso, tan solo son un ser humano débil e indefenso, a expensas de los demás.

    Ya es un absoluto contrasentido el multar a quién no tiene nada de nada.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Toro, cada día se cierran más empresas y hay más gente en la calle, ayer veía la manifestación de esos más de 4.000 empleados de Fagor, que si nada lo remedia se quedarán sin empleo. Espeluznante solo de pensarlo.

    Gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  4. Rodericus, creo que avanzamos hacia una sociedad de amos y esclavos. La clase media está desapareciendo a pasos agigantados. Los pequeños empresarios acumulan deudas enormes de gente que no paga y la justicia es muy lenta. Pero los grandes grupos de empresas e hipermercados no dejan de agruparse y crecer.

    Al rico le resulta más fácil hacerse más rico y al pobre se le condena a seguir bajando en la escala social hasta límites ya insoportables. Mientras quienes roban o defraudan miles de millones de euros no reponen apenas el daño causado a la sociedad.

    ¿Qué pasará con esas multas que esa pobre gente (y nunca mejor dicho) no podrá pagar? ¿Cómo pesarán sobre su persona tan golpeada ya? Creo que es arrojarlos a un abismo que quizá no puedan soportar.

    Un país que multa a quienes ya no tienen nada de nada es tan absurdo que incluso los relatos que escribo comienzan a cambiar. Ya ni en ellos cabe un mundo imaginado idílico, y eso, siendo yo, me empieza a preocupar. Incluso mis sueños se pegan de bruces contra la realidad.
    Saludos

    ResponderEliminar

Tu lees desde la invisibilidad y puedes aportar algo a este lugar, para ello existe