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lunes, 24 de septiembre de 2012

De insomnios y carticuentos

En raras ocasiones el insomnio hace aparición, y no es raro que busques a tientas el mando de la tele y la pongas un rato para saber qué pasa en el mundo. Que lo que pasa en el mundo sea tan deprimente que vayas de canal en canal hasta que encuentres algo en lo que invertir el tiempo que te sobra entre sueño y sueño. Supongo que eso es el insomnio, a saber. Ya se sabe que la curiosidad mató al gato. Eso explica que veas a un señor carticuentista, uno de tantos que adivina tu futuro en las cartas, con una sola llamada de teléfono, y en vez de quitar el canal te quedes a espantarte de la curiosidad. Reconozco después de horrorizarme hasta la médula, me propuse escribir un relato corto y enviarlo a concurso en Marzo; y que es posible que lo escriba, me lo aprenda de memoria de tanto corregirlo y me aburra hasta el punto de no enviarlo. Hace tiempo que sé que escribo solo para mí, para perseguir esa historia que me asalta de pronto hasta el final y entender de pe a pa de qué va. Después de concluido el trabajo me parece algo pésimo a compartir, y solo comparto lo que está recién hecho, como un pan que perdiera esencia en cuanto empieza a enfriar.

Si lo pienso bien, escribo solo para quitarme cabreos, decepciones, dudas, alegrías que dejándolas sueltas podrían explotar y aniquilar el mundo, sinsabores, tropiezos de los que quiero aprender; y demás desastres alicatados al fondo de mi conciencia. Escribo con el mecanismo de una olla exprés, algo se almacena, se piensa y se repiensa, comienza a dar vueltas hasta que entra en ebullición, y se cuece en su propia salsa. Luego se saborea una pizca y se almacena. Ese almacenado, hace que al fin desaparezca. Al menos con esos ingredientes; hay refritos que se repiten igual que el ajo y se elaboran de distintas formas a lo largo de toda una vida. A veces quisiera vivir poco más para librar al mundo de mis reprises escritos.

Pues bien, aunque iba a contaros eso tan grave a mi ver, que ha desencadenado mi deseo de escribir un relato corto de queja, no os lo contaré. Si lo cuento aquí no necesitaré dedicarle 20 páginas allí y lo perderé para siempre. Es un tema en que no me vale una mera entrada de blog, porque necesito hacerle un nudo cartesiano y atarlo bien. Solo diré que me parece algo muy grave y que a veces me horrorizo de estos tiempos que me toca vivir. Que vivo observando lo que vale la pena a mi alrededor y ello me salva de la angustia de saberme entre gente así, carticuentistas capaces de acuchillarme por dentro en solo diez minutos de visionado... Lo mío si que es poder de visión...

Se que me quedó una entrada rara y sin concluir. Empieza el curso para mí, sé que tengo por delante mucho que escribir. Quizá escriba ese relato de una forma tan brillante que lo quiera compartir. Si es así lo sabréis a su tiempo. De momento solo tengo un gran cabreo alicatado en mi cuerpo. Lo dejo aquí.

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