Powered By Blogger

viernes, 19 de agosto de 2011

La nívea pureza de Neil

Neil es un gatito blanco, de orejas estiradas y redondez prominente, en cuanto intentas dejarlo atrás avanza a saltos tan eficaces como un canguro. Tiene dos meses de edad, nació con una hernia de ombligo y un complejo de narciso bastante fuerte, se queda parado en cualquier lugar para hacer amigos; nadie sabe por qué desde hace tiempo su lugar predilecto es el centro mismo de la carretera. Quizá le gusta ver pasar los coches de cerca porque es un gato curioso, y que se detengan para quitarlo de enmedio y seguir su rumbo. Esto sucede desde que un enorme camionero detuvo a su enorme camión y lo tomó del centro mismo de la carretera para mirarlo de cerca, reprenderlo y devolverlo al prado más cercano, de donde tuvo claro que se escapó. Esa escena marcó un antes y un después en la cabeza pensante de su dueña, que desde ese día lo ofreció a todo el mundo, para salvarlo de su propia intrepidez, para no permitir que nadie lo atropellara y no tener que verlo perecer; nada más injusto.

Neil es el gato perfecto para tener en un piso, con su cestita ahuecada, sus juguetes de gato, su comida servida, su sofá mullido y su admirador bien cerca para acariciarlo, porque Neil es un gato que se hace querer. Con su cabecita redonda, sus ojos azules como el claro cielo, su pelaje tupido, sus patitas cortas y sus bigotes quietos, Neil es el gato más amoroso del mundo, y el más inocente a su vez. Apenas anteayer se lo ofrecí a una chica que lo quitó de nuevo del centro mismo de la carretera, le dije que tengo diez gatos más y que todos saben cuidarse menos él, y que temo que le ocurra lo peor si alguien no se lo lleva pronto a un lugar seguro. La chica dijo que no se lo podía llevar y me lo devolvió, Neil estaba feliz de que alguien se hubiese parado y le hubiese brindado una mirada tan amorosa y unas tiernas caricias, unas palabras amables y una sonrisa de triunfo. Era adicto a ese tipo de cuidados, y apenas unas horas después fue una niña de diez años quien se bajó de su coche para salvarle la vida y dejarlo en el prado. Al verla por casualidad salí para decirle que si quería quedárselo se lo regalaba. La madre de la niña sonrió, pareció encantada con la idea y quiso verlo de cerca. Su primera impresión fue sensacional y seguramente se la ganó al momento con esos ojitos azul pálido de mirada penetrante, pero justo entonces le dio vuelta y al mirarle la tripita le vio el bulto prominente de su hernia y debió pensar que era algo grave; antes de que pudiese abrir la boca la niña lo dejó en el prado sin protestar, el coche arrancó deprisa y se alejó, sin que la niña dejara de mirarlo como algo suyo, pero en el rostro de su madre se leía un no, un no de esos que no cambian; no y no. Horas más tarde fue una chica embarazada quien lo quitó de la carretera y quien rehusó a llevarlo porque ya tenía tres. Desde ese momento volví a hacer lo que tantas veces hacía en un mismo día, lo encerré en el sótano y no le dejé ver la luz. Daba lo mismo, en cuanto alguien abría la puerta se colaba con una agilidad veloz para lo peque que era y se iba donde siempre, a ver a la gente pasar, a conocer gente nueva, a prendar a todos con su candor; y otra vez vuelta a lo mismo, cuando menos lo esperabas alguien se detenía a un palmo de él y lo recogía para salvarle la vida. Era imposible contemplarle y dejarle allí, expuesto a todos los peligros que su mirada inocente ignoraba aún.

Esta mañana Neil no tuvo tanta suerte, alguien no se detuvo a apartarlo, o simplemente no lo vio. Yo tampoco pude verlo porque en ese instante gestionaba unos asuntos. Y al regresar ni tan siquiera vi ese charco de sangre en medio de la carretera, ignoro cómo lo dejaron porque no fui yo quien tuvo que recoger su cuerpecito menudo, sólo recuerdo haberle dado su jarabe en cuanto me levanté y su mirada de gratitud por mimarle tanto. Los otros gatos no dejan de olisquear esa mancha roja y de cuando en cuando les escucho maullar. Ellos tampoco lo han visto y seguramente nadie se lo ha contado pero saben por su instinto animal lo que ha pasado, y andan deambulando de acá para allá con las orejas gachas y el ánimo vencido -porque Neil se hacía querer, y proteger con idéntica urgencia-, eso para que digan que los animales no tienen sentido; lo sienten, y lo sienten mucho, tanto como todos los que lo hemos sentido nuestro lo sentimos.

5 comentarios:

  1. Te vengo conociendo y la verdad tu relato es muy triste , pero también muy tierno, además me gustó tu forma de escribir y describir, parece que veo los profundos ojos azules ne Neil...
    Desde hoy te sigo
    Besitos en el alma y que tengas un bello fin de semana
    Scxarlet2807

    ResponderEliminar
  2. A veces es triste la realidad. Sólo cabe decidir si escribir o respirar profundo.

    Gracias por tus palabras Scxarlet. Las palabras pueden arropar el alma, la verdad.

    Buen finde también.

    ResponderEliminar
  3. Me encanta que sigas escogiendo fotos tan maravillosas para tu nuevo blog también. Lo hace especial.
    Saludos

    ResponderEliminar

Tu lees desde la invisibilidad y puedes aportar algo a este lugar, para ello existe