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miércoles, 8 de junio de 2011

Excusas para no pensar

Su familia es de lo más rico que existe, sus caprichos son concedidos apenas despiertan, ella es una niña bien con ataques de niña mal, guarda bajo doble fondo un lado oscuro que cada vez va reclamando más espacio mientras su sonrisa se vuelve más y más dulce. Diabólicamente dulce. Esa sonrisa aunque nadie parece advertirlo sale de las revistas que lee, superpop y cuore entre otras. Si alguna vez leyó un libro, no entendió del todo lo que el libro le quiso decir. Y la clase de cine que le gusta es el cine de mucha sangre mezclada con miedo, puro miedo, ese que produce ver como alguien pierde su cabeza de un tajo. Y esa cabeza en un primer plano, que después de un ruido sordo rueda con ímpetu por el suelo hasta estrellarse contra una pared que de puro blanco se vuelve roja. Ese tipo de cine la vuelve loca, algo que no termina de encajar con su corta edad.

Es una adolescente hermosa, de grandes ojos verdes, pelo rizado y largo hasta el infinito, y tiene todas las curvas que en estos tiempos es tan raro ver en alguien de su edad; lejos de agobiarse por ello las pasea casi con voluptuosidad, sabiendo que atrae con sus mini vestidos imposibles todas las miradas de los chicos de su edad, y más mayores aún, cuanto más mayores sean, más relucen sus ojos turquesa en la oscuridad. Hasta hace poco Dana sacaba sobresalientes a destajo, y desde no hace mucho algunos suspensos que muestra a sus amigas con una sonrisa de triunfo desafiante a las leyes severas de mamá. Siempre tan exigente con todo, exigente hasta rabiar. Ella sospecha que este cambio drástico se produjo con su reciente cambio de amigos, pero no lo puede asegurar, por eso no lo asegura, lo que cree es lo que ve, y ve como su antiguo grupo de amigos se mantiene muy lejos de su hija, y no entiende por qué.

Mientras tanto sigue pagando las cuentas de su clase particular, y las de todas las aficiones que secunda, le sigue concediendo cada nuevo capricho en cuanto hace amago de asomar, y le sigue riendo las gracias, incluso las que carecen de toda gracia, como que el vecino del tercero le dijo alguna grosería al cruzarla en la escalera, el vecino del tercero que tiene 34 años y dos hijos pequeños, y que se permite el lujo de presentarse voluntario para cualquier clase de favor, cuando todos saben que sólo le habla de uno, y lo deja tan claro como el sol. Una madre es una madre, es lo que piensa Gertrudis mientras sigue riendo porque su hija a todo el mundo llama la atención, sin pensar que a veces no es bueno atraer la atención de todos, y menos a cierta edad.

En la cabeza de Dana ha entrado de hace poco una nueva afición, salir el sábado en la tarde y volver de madrugada, es eso en todo lo que piensa los restantes seis días de la semana, irse con mucha prisa de botellón. Dedicar los días a sacar ropa del armario, irse de tiendas, probar nuevas formas de maquillarse, nuevas formas de peinado y caminar sobre tacones imposibles por el parquet del salón. Gertrudis la sigue mirando y riendo sus gracias, pero es que no sabe que a las dos horas de irse de casa ya está borracha, que todos se propasan con ella, que la siguen emborrachando toda la noche a conciencia y que juguetean con ella todo cuanto pueden; y que tienen en mente volverla consumidora de las drogas que ellos trafican. Justo para eso están, para que deje de gastar en ropa y zapatos y gaste mercancía de la que ellos llevan. Sus nuevos amigos y amigas no lo son por azar, lo son porque la familia de Dana es muy rica y a ellos les conviene aumentar sus ventas. En eso están.

Se van sumando los sábados y a Dana se le empiezan a sumar las ojeras. Nadie se da cuenta. Sale de casa siempre vestida para matar y tan feliz de la vida como si nunca la conocieran. Nunca la ven llegar, pero si la viesen llegar comenzarían a preocuparse muy seriamente y empezarían a preguntarse por qué deja a remojo su ropa en la bañera antes de irse a la cama y tras varios aclarados. Si la esperasen despiertos se sumarían las preguntas y se intuirían respuestas. Pero es que a veces, se necesitan excusas para no pensar.


4 comentarios:

  1. A veces nos cegamos y no queremos pensar, y cuando pensamos es demasiado tarde...
    Doy gracias a quien sea de que yo jamás fui una chica de esas, y los amigos que tuve aunque sólo una me quisiera bien, jamás tuve que vivir nada de eso.
    Se me han puesto los pelos de punta con tan sólo leerlo.

    Un abrazo y gracias por tus palabras Begoña, no sabes lo que las puedo llegar a valorar en estos momentos.

    Rebeca.

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  2. Desgraciadamente es más fácil buscar excusas para no pensar. Y lo peor es el daño que hacen con eso.
    Realmente es horroroso pensar cuantas Danas hay en el mundo.
    Cariños…..

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  3. Querida Dana, cuida de tu madre, que ya no se atreve ni a preocuparse, tan culpable como se siente; cuida de tus amigos, que no saben querer; cuida de tu vecino, preso en la clandestinidad de su desazón, incapaz de verse en un espejo; cuida también de ti, de tantos cuidados coja; y perdona a quienes llevan años tramando para que haya Danas, porque no saben lo que hacen. Escápate, pródiga, sal corriendo de todo, prueba el sabor amargo de las bellotas y atrévete a añorar la casa de tus padres, la de los que un día estaban dispuestos a quererte siempre. Tú también tienes derecho, tienes que creértelo.

    Si algún día encuentras este mensaje en una botella a la orilla del mar, lo único que tienes que hacer es llorar, por fin, un poco. También tienes derecho a llorar.

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  4. ...Derecho a llorar y a entender que nunca es tarde para comenzar de nuevo. Que siempre se puede caer y siempre hay que levantarse porque cada día es una nueva oportunidad. Que nadie puede negarte si no te niegas...

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