Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
viernes, 29 de octubre de 2010
Normas de convivencia
jueves, 28 de octubre de 2010
Cuando las palabras gritan
miércoles, 27 de octubre de 2010
Los nuevos proyectos
martes, 26 de octubre de 2010
Frase
Reuniones para celebrar la edad
lunes, 25 de octubre de 2010
Frase
Correo no deseado
sábado, 23 de octubre de 2010
¿Cómo nace el amor?
viernes, 22 de octubre de 2010
¿Cómo se escribe?
jueves, 21 de octubre de 2010
Sobre televisión
Puestos en la balanza
miércoles, 20 de octubre de 2010
Los años más felices
martes, 19 de octubre de 2010
El mundo al revés
No me gusta quejarme, vaya por delante, prefiero actuar, pero no siempre nos dejan decidir nuestros caminos, a veces nos vienen impuestos desde afuera. Pero no soporto dos cosas: que se bajen las pensiones (o los sueldos menos favorecidos, me da lo mismo) y que se hable de jubilación a los 67. Me parece incoherente, injusto y terriblemente deprimente si me da por pensar, porque mi imaginación de tan espoleada se ha quedado sin límites.
Mientras parte de la juventud que no sirve para estudiar o no se molesta en ello lo termina dejando en cuanto puede y se dedica a hacer cursos especializados, normalmente aconsejados por un profesor que le asegura el trabajo seguro en cuanto lo termine. Algo que no siempre sucede tal como lo cuentan, y los aboca de nuevo a comenzar más cursillos que les puedan lanzar. Hacen cursos de calderería, fontanería, electricidad, mecánica, electrónica, informática y un largo etc. hasta encontrar un trabajo de lo que sea, les da lo mismo, ellos lo que quieren es trabajar. Y comienzan trabajando gratis para las empresas y sirviendo de blanco a todos los marrones, algo que les termina de desmoralizar. Entre lo uno y lo otro llegan a los veintitantos y no tienen ningún tipo de experiencia laboral. Los años que han ido pasando han sido perdidos, si les preguntas a ellos, eso te dirán.
Antiguamente no había tantos requisitos, terminabas los estudios y en cualquier taller de cualquier cosa se podía trabajar, lo mismo de carpintero, que de mecánico, de electricista, de soldador… se estipulaba un sueldo y en el momento en que se llegaba a un acuerdo ya había trabajo. Lo mismo podías hacerte modista, que peluquera, que dependienta, que ayudante de cocina. Y sin mayores esfuerzos si la cosa no convencía, ibas cambiando de profesión. La no limitación, y supongo que la mucha oferta de entonces mantenía el ánimo siempre ocupado y daba una especie de ánimo deportivo que lo que es ahora cuesta mucho encontrar. Y si resulta que apenas hay trabajo yo no lo entiendo, ¿qué necesidad existe de seguir trabajando a los sesenta y siete años cuando la juventud no es capaz de encontrar un empleo que dure más tiempo que una vendimia?
No me gusta quejarme, pero cada vez que escucho lo de jubilación a los 67 me viene a la mente la imagen del padre que madruga para partirse las costillas, y la de su hijo de veinte que duerme plácidamente su sueño trasnochado hasta bien cansarse. La del padre que llega rendido de su trabajo justo cuando su hijo – a veces para no escucharle- sale de marcha porque como no madruga… esta imagen unida a la del padre que sale para el tajo antes que su hijo se haya dignado a llegar… y la del hijo que llega hecho una pena y duerme hasta la tarde para en todo caso tumbarse en el sofá con el mando de la tele…
Así un día tras otro, mientras quienes merecen descanso después de toda una vida laboral no lo tienen, y quienes deberían labrarse un oficio con que mantenerse y crear una familia haraganean y gorronean, y asientan sus bases de vida sobre estos cimientos prestos a caer.
lunes, 18 de octubre de 2010
Nada tan humano como desear
En su libro El alma está en el cerebro, Eduard Punset afirma:
El deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la autorrealización, la libertad.
Unos planifican su vida, mientras que otros la viven al ritmo que les marca el deseo. El deseo de vivir y de hacerlo a su manera. Por eso sus autobiografías son más descriptivas que explicativas, pues sus vidas no tanto se deben a los resultados u objetivos cumplidos, sino al sentido inherente al mismo proceso de vivir. Y este proceso, de uno u otro modo, lo establece siempre el deseo.
Si bien el deseo rebosa incertidumbre acerca del itinerario, a muchas personas les garantiza la seguridad en cuanto a los pasos dados. Bien entendido el deseo no es una voz oscura, confusa y estúpida, sino que - en una persona madura - es luminosa, clara e inteligente. Las emociones están en la base de los deseos y de la inteligencia se dice que es emocional. Visto de este modo, el deseo se convierte en el portavoz de uno mismo.
Nota: lo he copiado y pegado tal y como lo he encontrado en la red. Me gusta improvisar.
domingo, 17 de octubre de 2010
Intuición maternal
sábado, 16 de octubre de 2010
Morir para nacer
viernes, 15 de octubre de 2010
Volver a la luz
jueves, 14 de octubre de 2010
Haberlos hailos
miércoles, 13 de octubre de 2010
Un niño que llega al mundo necesita
lunes, 11 de octubre de 2010
Allí donde habla la niñez
domingo, 10 de octubre de 2010
Un libro al fin
Es extraño pero después de mucho tiempo sin conseguir leer apenas, y no porque no me haya encontrado libros interesantes, si no porque no consigo meterme en la historia de lleno, como si la estuviese viviendo directamente, que es justo lo que necesito para poder disfrutar del inmenso placer de la lectura, me encuentro con que los únicos libros que me atrapan están escritos por personas que tienen mucho que ver con el mundo de la filosofía. O que de alguna manera la transmiten en sus libros.
En estos días estoy leyendo un libro que me traje a casa desde la biblioteca: Rapsodia Gourmet, de Muriel Barbery, profesora de filosofía, una voz fresca, que no está exenta de exquisitez, que además resulta amena y francamente divertida. Es una lectura que aún estando en las primeras páginas sé que no abandonaré, hasta concluir las 182 que componen este relato en que cada página es una aventura jamás leída.
No soy crítica literaria, de modo que todo esto que cuento no tiene mayor valor que la opinión de alguien que se ha encontrado un estilo dinámico y elaborado que suena a nuevo, rayando en la exquisitez y sin dejar de lado el mayor ingenio. Esta novela ha sido galardonada con el premio de Los libreros franceses y ha sido publicada en más de treinta países, esto no lo digo yo, lo dice en la contraportada y seguro que no es por casualidad.Concluyo con una reseña que hace Le monde:
“Muriel Barbery trata de encontrar nuevas formas para expresar las sutilezas de lo inefable. Y lo consigue”.
Os dejo la pista de un blog que recién descubrí y que también leo:
http://ardilla-roja.blogspot.com/2010/09/este-jueves-un-relato-en-que-trabajas-o.html
Y curiosamente este blog me llevó a este otro:
http://mipequenioespacio.blogspot.com/2010/06/donde-cada-noche.html