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jueves, 28 de octubre de 2010

Cuando las palabras gritan

De un tiempo a esta parte me cuestiono algo en lo que llevo creyendo muchos años: que la palabra escrita sirva para algo. Antes tenía una fe ciega en que las palabras cambiarían el mundo. Ahora dudo y la duda me detiene. Ya no sé que pensar. Supongo que mi llegada a la red con tantos textos llenos de vida me paralizó en cierta medida. Ser testigo de tanto movimiento en una única dirección que no siempre es la dirección hacia donde apuntan quienes nos gobiernan me tiene en un ay. No se en qué punto dejé de creer en mis propios escritos, pero en cierta medida dejé de creer en su validez para cambiar algo y ya no los puedo retomar, me aburren, les encuentro algo en falta que no sé lo que es, tal vez fe. La fe ciega que antes tenía en que los escritos podían cambiar el mundo, hacerlo avanzar del modo en que yo quiero. Sólo quiero el camino de la paz, la armonía y los estómagos satisfechos para todos los seres del planeta, y la tierra es rica en recursos, sé que no es tanto pedir.

A veces me siento nadando a contracorriente, fuera de lugar, como si perteneciese a otra especie venida de algún lugar que no puedo concretar. No podía. Ahora sé que es en esos espacios donde se mueve un escritor. El lugar donde las palabras se convierten en una plegaria. A veces lanzar plegarias es todo cuanto puede hacer un escritor.


Las palabras sensatas deberían cambiar el mundo. Ojalá pudieran.

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