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viernes, 21 de mayo de 2010

Campaña antitabaco



La única vez que fumé en mi vida le dí cuatro caladas a un cigarro, con la primera me hubiese bastado para saber que el humo sabe a humo, pero tanto me insistieron que lo intenté. Casi me ahogo porque a todo le pongo entusiasmo y me dije que nunca más. Pues eso, nunca más nadie logró convencerme para fumar porque además de quemarte los pulmones el humo sabe a rayos y más de una vez me miraron como si fuese insoportable, lo soy y mucho. Si algo no me gusta no me gusta y no hay nada que se pueda hacer porque siempre me guío por el instinto.
No me gusta fumar y no fumo, pero no me molesta que fumen junto a mí siempre que no me echen el humo a la cara, que es algo que nadie suele hacer porque la gente está bien educada. De modo que el tabaco sí tabaco no me preocupa, pero si hablamos de las campañas de sensibilización me pongo enferma, y me falta el aire, puesto que soy un efecto colateral dispuesto a activarse en cualquier momento, y es que las campañas de sensibilización son cualquier cosa menos sensibles y lo soy bastante, de ojos sobre todo. Una imagen puede perseguirme durante años, por eso todas esas fotografías y hologramas que traerán las cajetillas de tabaco me horrorizan, y creo lo que dice mi hijo que es un tío inteligente, algún pez gordo invierte en la fabricación de pitilleras y se está frotando las manos. Eso mismo dice cada vez que sale una nueva ley de algo, como la de obligar a circular con coches híbridos por las grandes ciudades, un pez gordo invirtió y ha de hacer rentable su inversión, no va a seguir siendo pobre como nosotros toda la vida.
No fumo, pero conozco mucha gente que fuma y que con esto del aumento del paro, la bajada de salarios, la subida de luz, agua, alimentos, viñetas, contribuciones, y de todo en general afirma que tendrá que dejar de comer para comprarse las cajetillas que fuma diariamente. Y eso es lo peor, que de verdad dejan de comer y se quedan en chasis. Su cuerpo mal alimentado y desnutrido no puede combatir las toxinas procedentes del tabaco y se quedan de color cetrino. Y eso sí que mata señores, mata más veces; mata de incomprensión, de fastidio, de hastío, de insolvencia, de inanición, de desesperanza y de muchas cosas más. Mata porque los que tengan posibles seguirán fumando todo cuanto les venga en gana porque pueden escoger morirse a gusto. Los que no tengan posibles se morirán de todos los males conocidos y por conocer porque los palos siempre van a dar al mismo burro. Esto lo tengo claro en cuanto sacan una nueva ley, ya sabemos quien va a llevarse los palos.
Y yo no fumo señores, pero esas imágenes me horripilan, porque no se crean que por no fumar me voy a librar de que me salgan todas esas enfermedades, y no porque alguien fume a mi alrededor, si no porque creo en la mala suerte. Demasiados cánceres he visto terminar con la vida de personas muy sanas, y demasiadas personas insanas siguen al pie del cañón para que vaya a creérmelo todo.




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